El texto que usted va a leer a continuación es de José Miguel Caro. Nos relata cómo llegó Indochine a sus oídos cuando de niño vivía en Huayopampa, una comunidad campesina de la sierra de Huaral.
Ni bien dieron el aviso del recreo, Rolly y yo salimos, sigilosamente por el estadio (esa era la única vía de fuga); atrás nos seguía nuestro buen amigo Chingolo. Nadie más sabía de nuestro escape. Llegamos los tres a la casa de la abuela de Rolly, y fue entonces cuando mi amigo sacó su radiograbadora y “el cassette”… Nos lo mostró con cierto orgullo, como ufanándose de ser el dueño. Rápidamente se lo pedimos, lo observamos por todos lados, incrédulos… No había duda, era “el cassette”, el más codiciado por todos aquella época… Aún recuerdo cómo lo escuchamos esa mañana: absortos, casi sin decirnos nada, como algo ceremonial y con miedo de que alguien nos descubriera y nos enviara de vuelta a la escuela.
En aquel tiempo las tres emisoras más escuchadas en el pueblo eran Radio Cora, Radio Inca y Radio Panamericana, la radio láser, la que nos bombardeaba todo el día de puro rock: The Cure, The Clash, INXS, A-ha, Soda, Enanitos, Hombres G, Prisioneros… pero sobre todo, de INDOCHINE. No recuerdo cómo empezó ni cuándo fue la primera vez que lo escuché, sólo recuerdo que no había discusión en nuestra Escuela Primaria, al menos en nuestro salón de 5to grado: era nuestro grupo preferido, el que estaba por encima de todos, al que casi nada entendíamos pero al que más queríamos. A pesar de que era más fácil tararear el coro de “Devuélveme a mi chica” (Hombres G) y de “Por qué no se van” (Prisioneros), nosotros intentábamos tararear francés. Nuestra querida y recordada profesora Rocío no lograba comprenderlo...
Todo era Indochine en el salón… hasta agarrábamos las escobas y simulábamos ser los guitarristas del grupo, coreando: “es por, es por amor, es por a…”. Al igual que con mis camaradas de barrio, (Lorenzo, Gauchi y Shumager), con quienes a veces formábamos una bandita (con palos y latas) y simulábamos tocar “Canary bay” en la calle (¡Qué inocencia!, sin electricidad ni tv, pero felices con la música). Y en casa, los que más sufrían de este repentino fanatismo musical, eran los peones de mi padre. Mientras ellos empezaban a escuchar sus huaynitos ancashinos, yo les ponía a alto volumen Radio Panamericana con los temas de Indochine de fondo. Ellos, que me engreían también bastante, no se molestaban, solo reían e incluso llegaron a tararear algunas de sus canciones.
Fue una especie de ola musical que había inundado el pueblo. Los más grandes, los de Secundaria y los jóvenes, lo ponían en sus fiestas, en las kermeses y en los cumpleaños; hasta en la calle, como una vez lo hizo “Cachete”, el amigo de mi hermano Live, quien lo puso a todo volumen en la esquina del hotel de la señora Bertha, causando la admiración no solo de los comuneros que pasaban por ahí asombrados por aquella música extraña, sino también de nosotros niños de ese tiempo, quienes de lejos y completamente extasiados solo contemplábamos con cierta envidia aquel desparpajo musical del amigo de mi hermano. Pero el punto culminante de esta euforia sucedió en la víspera de una fiesta patronal (no recuerdo bien si era San Miguel o Sr. de los Milagros), en la cual el grupo chichero Los Felcas hizo una pausa a su repertorio para tocar una de Indochine.
Recuerdo nítidamente las palabras del animador y la escena que presenciaría después: “Estimado público, ahora vamos a tocar una canción que está de moda”, y sin decir más lanzaron “El aventurero”, y en eso toda la gente ovacionó y se lanzó a la pista de baile, el tema tenía el mismo estilo rockero que el original pero en español: “vamos todos a bailar, que Los Felcas ya llegó oh oh oh…”, y fue entonces que escuché a una señora preguntarse: "¿cómo se baila eso?", y la señora Bertha Jhon que estaba a su lado saltó al instante, cogió la mano de la señora y la llevó al centro de la pista, moviendo rockeramente las caderas y diciéndole: “esto se baila así”... Nunca olvidaré esa escena; tenía 10 años. Fue lo más cerca que estuve a un concierto de Indochine; el grupo francés que amé y que marcó mi niñez, y por el cual alguna vez soñé con ser rockero… hace ya 30 años.
PD: Todavía recuerdo los posters que teníamos en casa en esa época, clavados en nuestra pared de adobe: la de Juan Pablo II, la de Gaby Pérez del Solar, la del equipo accidentado de Alianza Lima (obra y gracia de mi hermano) y, en medio de ellos, el poster de Indochine.
Huayopampa a fines de los años 80. Foto enviado por José Miguel Caro. |
Recuerden que pueden enviarnos sus historias, anécdotas, etc. a Indochine Perú (indochineperu@gmail.com). Estaremos muy felices de publicarlas.
0 Comments:
Publicar un comentario